Durante el verano, cuando el sol aprieta, mantener una temperatura agradable en casa puede ser todo un reto. Y muchas veces, sin darnos cuenta, dejamos que el calor entre libremente, obligando a nuestra climatización a trabajar más de la cuenta. Pero si controlamos bien la entrada del sol, no solo prolongaremos la vida de nuestros equipos de aerotermia, sino que ganaremos en confort y ahorro. La clave está en gestionar bien la luz solar… y saber cuándo dejarla pasar y cuándo no.
En verano: proteger la casa del sol
El primer paso es evitar que el calor entre. En muchas viviendas, especialmente aquellas con grandes ventanales orientados al sur, la radiación solar directa puede hacer subir varios grados la temperatura interior. Para evitarlo, las persianas, toldos y cortinas son nuestros mejores aliados. Bajar las persianas en las horas centrales del día, especialmente en ventanas que miran al oeste o al sur, puede marcar una gran diferencia. Un truco a recordar es que las cortinas de colores claros o con tejidos térmicos ayudan a reflejar parte del calor, sin dejar la casa completamente a oscuras.
Otro recurso muy útil es el uso de elementos exteriores de sombra como toldos, pérgolas o aleros. Aquí entra en juego un dato interesante: el sol de verano está mucho más alto en el cielo que el de invierno, lo que significa que un toldo corto o un alero bien colocado puede bloquear eficazmente los rayos solares en verano, mientras que en invierno, al estar el sol más bajo, esa misma protección no impide que entre la luz y el calor. Es una solución sencilla, eficaz y muy útil para ambas estaciones del año.
En casas con terraza o jardín, la vegetación también puede ser una barrera natural muy eficaz. Plantas trepadoras, árboles de hoja caduca o incluso jardineras bien situadas ayudan a bajar la temperatura de forma natural y sostenible.
Y, por supuesto, la ventilación cruzada es fundamental. Abrir ventanas opuestas cuando el sol ya ha bajado permite renovar el aire caliente del interior por una brisa fresca y agradable. Este simple gesto puede evitar tener que encender el aire acondicionado por la noche o reducir las horas de uso.
En invierno: dejar entrar el calor natural
Cuando llegan los meses fríos, la estrategia cambia. Lo que antes queríamos evitar, ahora se convierte en un recurso gratuito para calentar la vivienda. Las fachadas orientadas al sur y al oeste reciben muchas horas de sol en invierno, incluso en los días más cortos. Si dejamos pasar esa luz, podemos elevar varios grados la temperatura interior sin tener que poner en marcha nuestra calefacción.
Subir persianas y abrir cortinas durante el día es el gesto más simple, pero también el más eficaz. Incluso en viviendas sin grandes ventanales, dejar que el sol entre durante unas horas puede calentar los suelos y las paredes, que luego irán liberando ese calor poco a poco.
Cuando el sol se pone, toca conservar el calor acumulado. Para ello, lo mejor es bajar persianas para evitar fugas. En estancias donde no pasemos tiempo por la noche, como el comedor o las habitaciones que no sean dormitorios, cerrar la puerta también ayuda a mantener la temperatura en los espacios habitados.
Aprovecha el sol… todo el año
Gestionar bien la radiación solar es una forma inteligente de hacer que la vivienda trabaje a nuestro favor. Sin necesidad de grandes obras ni inversiones, podemos reducir el uso de sistemas de climatización y mejorar el confort térmico interior solo observando el comportamiento del sol y adaptando nuestros hábitos. En verano, protegerse del sol es ganar frescor. En invierno, dejarlo entrar es ganar calor. Además, si a estos gestos, le añades la instalación de un sistema de climatización eficiente como un equipo de aerotermia, puedes reducir tu factura de climatización hasta un 80%. Y reducir el consumo energético ya no es una opción. Es la única alternativa real para avanzar hacia un futuro más sostenible.