Muchas veces se ha planteado si es mejor la ducha fría o caliente para el cuerpo.

Cuando llega el verano, normalmente apetece más una ducha fría, y con la llegada del invierno, preferimos la caliente. 

Pero, ¿cuál es mejor para la piel? Vamos a nombrar algunos de los beneficios de una buena ducha caliente.

Estimula la circulación. El calor del agua hace que los vasos sanguíneos se dilaten, y que la sangre fluya mejor por ellos, por lo que puede llegar fácilmente a sus terminaciones, favoreciendo así una buena circulación por todo el cuerpo.

Relaja articulaciones y músculos. El agua caliente ayuda a que el cuerpo en general se relaje, pero en concreto, los músculos y articulaciones se aflojan, por lo que es muy beneficioso tomar una buena ducha caliente después de hacer deporte, o cuando se sufre de dolores musculares o articulares.

Abre los poros y limpia en profundidad. El vapor del agua caliente abre los poros de la piel, permitiendo limpiar en profundidad las impurezas y toxinas, consiguiendo así una piel suave y preparada para los posteriores tratamientos habituales. Sin embargo, si se finaliza la ducha con un chorro de agua fría volverán a cerrarse los poros, lo cual servirá de barrera para los agentes exteriores.

Alivia los resfriados. Tomar baños de vapor ayuda a eliminar la mucosidad cuando estamos resfriados, por lo que el vapor de la ducha caliente será igualmente beneficioso para ello. Se puede añadir, como complemento a la ducha caliente, aceites esenciales de eucalipto para potenciar este efecto descongestionante.

Ayuda a dormir mejor. Una ducha caliente relaja nuestro cuerpo y también la mente, favoreciendo un plácido sueño sobre todo si la tomamos por la noche.

Hace que te sientas bien. Como se suele decir, una buena ducha caliente es como “un gran abrazo cálido”, lo cual quiere decir que hace que nos sintamos mejor, en todos los aspectos. 

Aprovechemos todos estos beneficios que nos ofrece algo tan sencillo hoy en día.

Feliz ducha caliente.